viernes

Invierno...


Este invierno ha sido tan profundo que nos ha llevado a muchos al fondo de nuestras emociones. A ese lugar donde podemos mirar frente a frente nuestras incoherencias, nuestras heridas, nuestras obsesiones, miserias y miedos. Este invierno nos ha llevado a ese lugar donde parece que las pruebas que la vida nos pone son mayores que nuestra capacidad para superarlas. Las lluvias, el viento, la nieve… nos han ido empujando poco a poco a un proceso de introspección profundo que se ha visto aumentado por la psicosis colectiva de la crisis.
Este invierno ha sido una oportunidad fantástica para ver nuestra sombra. Esa parte de nosotros a la que no nos gusta mirar y que sin embargo es tan nuestra como nuestro propio rostro, quizá más. Cuántas veces hemos tratado de meter esa faceta nuestra debajo de la alfombra, fingiendo que no existía. Pero no nos engañemos, todos somos seres duales. Con luces y sombras. Y el proceso de crecimiento no implica rechazar nuestra parte oscura sino más bien reconocerla y abrazarla. Aceptar nuestra parte manipuladora, nuestra parte hipócrita, nuestra parte codiciosa, nuestro lado miedoso, nuestra pereza o prepotencia… En el mundo de la física, a cada partícula de materia se le corresponde una partícula de antimateria. Cuando una partícula de materia se junta con su partícula de antimateria, se produce una explosión de luz. Cuando en nosotros se encuentra nuestra parte luminosa con nuestra parte oscura, se produce también una explosión, en este caso de conciencia. Por eso este oscuro invierno ha sido tan fértil, y doloroso; nos ha mostrado la contrapartida, la cara dolorosa.
Pero por fin llega la primavera y el momento ayuda a salir del caparazón y a volver a sonreír (en caso de que hayamos dejado de hacerlo). Si el profundo invierno ha sido un ejercicio de introspección, la primavera es la oportunidad perfecta para florecer. La oportunidad para jugar ligeros y disfrutar de lo que hagamos.
Es el momento de aprovechar los rayos del sol y cargar las pilas. Dejarnos por un momento (o por un rato largo) de las preocupaciones y dar un paseo por la playa. Mojar los pies en el agua fría. Sentir la arena húmeda mientras el sol calienta la piel. Es el momento de un buen masaje, de hacer el amor, de cuidarse, de hacer deporte. De apagar un rato el ordenador y el móvil y coger la bici.
Es el momento de reírnos de nuestros propios planes, del personaje que creemos que somos. Pero sobretodo es el momento de no darle tanta importancia a nuestros propios pensamientos y opiniones. La mayoría son inútiles.
Es el momento de bailar como niños. Es el momento de buscar un hueco para hacerle un corte de mangas a la productividad, a la eficiencia, a las prisas y a todas las rigideces que convierten esta vida en una prisión. Es el momento de ser valientes y aprovechar la oportunidad que nos da la crisis para seguir el camino del corazón y ser auténticos y apostar por lo que realmente queremos hacer.
Esta primavera tenemos la oportunidad de pasarlo bien. Porque si no disfrutamos haciendo lo que tenemos que hacer es mejor no hacerlo.