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La Represión Sexual


Por Dr. Marcelo A. La Falce. Médico Cirujano. Especialista en Tocoginecología Universidad Nacional de Córdoba - Especialista en Sexología Clínica acreditado por la Federación Latinoamericana de Sociedades de Sexología y Educación Sexual.
Lectura realizada en:Yoga Refugio de Paz
Uno de los primeros elementos que deberíamos tener en cuenta ante la posibilidad y la necesidad de ser educadores sexuales en esta sociedad que cada día exige más un compromiso con los demás, y ante el avance de los medios de comunicación, en alusión a todo lo que tenga que ver con lo sexual, es analizar antes que nada nuestra propia sexualidad y desentrañar hasta donde podamos los laberintos de nuestra represión sexual.

El sexo constituyó desde siempre un elemento importante en la vida del hombre, quizás lo suficientemente importante como para que haya impregnado todos los actos de su existencia. La sexualidad ha sido, sin lugar a dudas, mostradora de la moderación del pensamiento y la imaginación, influyendo en la sociedad organizada, en todas las posiciones filosóficas y códigos morales que desarrollan o inhiben el comportamiento, la personalidad y el carácter de los seres humanos.

Las generaciones han venido resultando víctimas de la represión sexual, la civilización ha impuesto severas restricciones a las satisfacciones instintivas del hombre, tanto eróticas como agresivas” (K.Horst Wrage)

De hecho, la sexualidad y el sexo son los responsables de la producción de individuos que aumentan y renuevan la sociedad, al establecer diferencias físicas y desarrollar sentimientos que atraen a los sexos y fundamentan el vínculo que desemboca en esa micro sociedad que es la familia.

Pero aunque el sexo y la sexualidad son elementos naturales y componentes habituales en toda sociedad, sus manifestaciones, no tienen siempre la misma categoría y valor.
Más allá de lo antes mencionado, cada individuo se encuentra impregnado de pensamientos que muchas veces dificultan su desempeño personal en lo referido a lo sexual, a la comunicación con el otro. Todo muy ligado al aprendizaje y a las experiencias que le brindó el entorno a su sexualidad a través de los años.

Definiremos a la represión sexual, desde el psicoanálisis, como los mecanismos de defensa del Yo, mediante el cual el psiquismo aleja de la conciencia un contenido desagradable o peligroso, en este caso lo sexual, para su equilibrio. La represión es entonces, una forma de impedir que algo se produzca ó continúe su acción, una abstención de manifestar cierto sentimiento.

A la represión sexual la podemos ver desde dos puntos de vista: uno de tipo pasivo, es decir, aquellos individuos quienes sufren la represión: niños, adolescentes durante la educación formal e informal y el otro de tipo activo ejercida por quienes la imponen, por ejemplo adultos.

Esta práctica cotidiana de siglos, lleva a la internalización, por parte de los individuos jóvenes, de la represión; esta internalización, consciente e inconsciente les hace venir autorreprimidos, y por un mecanismo de afirmación personal, convertirse a su vez en represores. Teóricamente, entonces, habría que distinguir entre represión consciente y represión inconsciente.

Represión inconsciente: es la lucha instintiva e inconsciente contra una tendencia dinámica. Es un proceso mental mediante el cual se trata de relegar al inconsciente ciertos pensamientos y sentimientos desagradables para el Yo. Se reprimen, es decir, son removidos, no se les deja asomar. Pese a esos intentos represivos, dichos conocimientos y afectos subsisten en el inconsciente e influyen en el comportamiento sin que el sujeto se percate de ello.La represión de pensamientos y sentimientos, por una parte, va acumulando peligrosamente la tensión en el inconsciente; por otra parte, representa una pérdida de energía para el sujeto ya que estos pensamientos y afectos obligan al Yo a luchar sin descanso contra su reaparición de la conciencia.
Represión consciente: es la lucha racional y consciente contra una tendencia dinámica. Es la represión del que prohíbe, reprueba y castiga a sabiendas.

La represión sexual, de acuerdo con estas nociones básicas, trata de rechazar todo cuanto hace referencia a la sexualidad porque la considera mala, inmoral, pecaminosa, nociva, etc. Pese a ello, la sexualidad sigue siempre activa y tratar de reprimirla continuamente da origen a turbaciones e incluso puede generar trastornos sexuales.

La represión sexual es en gran parte inconsciente, pero existe también, como he dicho, la represión consciente, como la de ciertos padres y educadores, la de algunas sociedades, la de algunos dictadores, etc. En la práctica, los elementos inconscientes, conscientes y no conscientes de la represión se entremezclan.

El sexo es, en nuestra cultura, la realidad más sujeta a prejuicios, a preconceptos y a tabúes. Sin duda que en esto influyen varios motivos; desde las influencias primitivas, aún vigentes en algún aspecto, hasta las valoraciones y juicios dependientes de ideas ético religiosas (a su vez influenciadas por el ambiente socio cultural) y a repercusiones cargadas de emocionalidad, de ideas ancestrales transmitidas de generación en generación. Nuestra cultura occidental tolera la sexualidad mucho menos que otras culturas.

En nuestra época, la actitud antipedagógica de los padres y adultos lleva a los niños al aprendizaje inconveniente. En la escuela, el niño va conociendo expresiones obscenas. Por debajo de los bancos circulan escritos y dibujos de contenido sexual. Las paredes de los baños empiezan a ser páginas de información activa y pasiva. A los juegos sexuales, a los que los niños han llegado por imitación de los mayores, se le califica de porquerías. La informática, al alcance de cualquier niño puede llegar a mostrar las escenas más eróticas y promiscuas. Cuando alguna de estas cosas se descubren, los castigos suelen ser duros y sin la conveniente educación sexual ni razonamiento.

Más tarde viene los chistes y las alusiones soeces. Al dejar la escuela, todo este mundillo, sostenido por intenciones y palabras equívocas, se traslada al trabajo y allí, entre los compañeros de fábrica, oficina, etc., sigue prosperando. Total, que se puede llegar a decir, que una persona, a lo largo de su evolución no ha oído nunca hablar del tema sexual en términos dignos, serios y positivos.

En la actualidad, se tolera mucho más que antes el interés y la conducta sexual de los niños. Sin embargo, a pesar de ello, muchos individuos continúan sufriendo intensas sensaciones de culpa con respecto a sus impulsos sexuales.

CAUSAS DE REPRESIÓN SEXUAL:
Las razones ó causas son muy complejas; aunque los padres tienen la mejor buena voluntad del mundo, sobre ellos pesan muchas cosas, la historia misma. Los modos normales de la conducta sexual se heredan y se aprenden, es decir que la represión sexual de los padres se explica por la represión que padecieron y padecen.
La unión sexualidad-vergüenza es tan fuerte y universal que casi se puede estar seguro de que aquellas facciones de las que una persona se avergüenza en forma desmedida tiene que poseer en alguna parte un significado sexual. Todo lo sexual tiene que ser mantenido en secreto y oculto. Como consecuencia de ello, también nos avergonzamos de nuestro propio cuerpo.
El tabú del sexo se ha extendido de manera predominante en nuestra cultura a expresiones y palabras referentes al mismo. Se han construido multitud de eufemismos por no llamar a las cosas por su nombre. Es verdad que, quizá como reacción a actitudes represivas, se ha creado un vocabulario sobre la sexualidad que resulta grosero y chabacano. Lo mejor sería retornar, con sencillez, a las palabras adecuadas, sin cargar de intencionalidad otras expresiones más corrientes o más groseras.
Las actitudes perjudiciales respecto al sexo han creado sentimientos de culpabilidad y de vergüenza , no solamente ante aquellas expresiones desviadas ó menos frecuentes, sino ante las actitudes y comportamientos más normales. El mismo acto sexual ha sido considerado con temor y vergüenza.
Las causas de la represión por parte de los maestros, de los educadores coinciden, en gran parte, con la de los padres. Nuestra cultura ciertamente se acerca más a la estructura represiva de la sexualidad que a una estructura liberalizadora.
Otro tanto le toca a la Iglesia en el tema de la represión sexual; la historia así lo certifica: El reino de los cielos es la patria de los eunucos (Tertuliano); las personas casadas deberían avergonzarse del estado en que viven (San Ambrosio); influido por Platón, San Agustín dio lugar a la doctrina de que el cuerpo debe ser considerado como un obstáculo para el espíritu; otro teólogo como San Gregorio Magno consideraba al acto matrimonial, aunque lícito por ser necesario para la procreación, es siempre algo manchado e impuro…, la mujer era considerada como ocasión de pecado…, y así muchos ejemplos más, de los conceptos que se vertían en la antigüedad que sin duda han dejado marcado su estigma en la sociedad que hoy nos toca vivir.
Lo sexual constituye el criterio discriminatorio de la bondad o maldad del individuo; es la vivencia más cargada de culpa; constituye el mayor peligro, la peor tentación, el pecado más grave, etc., hasta el punto de que un niño de nuestra civilización no podrá apenas desplegar una actitud espontánea y sincera ante el amor, la sexualidad y las necesidades corporales; nuestra sensibilidad represora de lo sexual, profundamente enraizada en los fundamentos de nuestra vida cultural, dificulta ya en sus orígenes el sentimiento vital del niño. Y aún más, es típico juzgar la reputación u honorabilidad de una persona en relación a su vida sexual y no en base a otro código moral.
Hasta la mitad del siglo pasado, el sexo y todo lo que lo rodeaba psicosocialmente, fue un tema prohibido, nadie o muy pocos podían hablar libremente sobre cuestiones con él relacionadas, y si se lo hacía, se pecaba de indecente y/o de pornográfico.

LA EDUCACIÓN SEXUAL
La reflexión del Dr. Héctor F. Segú, médico sexólogo argentino, nos lleva a la realidad diciendo que “El estudio de la sexualidad humana ha seguido por mucho tiempo un camino en donde lo real no fue lo que debió haberse pensado sino lo que se quiso creer. Fue así como se fundamentó todo un supuesto conocimiento, estructurado sobre una base falsa que obstaculizó el conocimiento verdadero.
Las cosas fueron cambiando paulatinamente en estas últimas décadas; comenzaron a esbozarse los primeros intentos de abordar con seriedad y científicamente la temática sexual, apoyados en pilares fundamentales cuales fueron los trabajos de Sigmund Freud en el campo de la psicología definiendo el concepto de sexualidad; las famosas estadísticas sobre el comportamiento sexual de diferentes comunidades de Alfred C. Kinsey en el área social; y las importantes investigaciones de William H. Masters y Virginia E. Johnson referidos a la respuesta sexual humana a nivel del campo biológico, a principios de los años 50.
Hoy en día, la sexología ha adquirido la categoría de ciencia y por lo tanto, debería ser respetada y difundida como tal. Entre los diferentes tópicos que esta materia implica: investigación científica, procesamiento, comprobación, etc., debe agregarse la difusión conceptualizada que este importante conocimiento significa en la vida cotidiana para el ser humano: la educación sexual sobre bases concretas, sin tabúes ni mitos que enturbien el real conocimiento. El significado que la educación sexual tiene para la comunidad es muy importante, y lamentablemente en nuestra sociedad la podemos catalogar como deficiente. En el hogar, de una u otra forma, los padres imparten la educación enfrascados en sus tabúes y represiones, con el desconocimiento propio de al que nunca le dijeron la verdad, no obstante espontáneamente la brindan con la mejor de las intenciones pero no así con los mejores resultados. La represión sexual de esta forma persiste. (FIN DE LA NOTA)

MENTE Y SEXO
Por Santiago Cortesi, médico
Se ha encontrado que el amor y el afecto permiten la liberación sanguínea de ciertas sustancias, dentro de las que se encuentra la ocitocina, que aumentan el deseo sexual. Un alto nivel de ocitocina puede incrementar la frecuencia de encuentros sexuales en la pareja. Bajando todo esto a un nivel menos cientificista, podemos notar que lo anterior se aplica a la vida cotidiana. Es verdad que el amor y el afecto, incrementan el deseo sexual, y esto trae como consecuencia un incremento de los encuentros amorosos y sexuales, produce mejoramiento en la pareja, y un gran bienestar mental.
Los problemas de la vida cotidiana generan estrés, y esto a su vez disminuye el deseo sexual. Este estrés puede a su vez ser mitigado o aminorado con el sexo y el amor, pero romper el círculo vicioso es complejo. Si se lo logra romper, se verá que cambiar los ansiolíticos por un poco de amor, se convertirá en una terapia natural y efectiva contra los problemas cotidianos.
Muchos síntomas psíquicos, incluyendo entre estos la ansiedad, la angustia, el estrés, la tristeza y la depresión (en este caso ya una enfermedad), se pueden aliviar con la ternura de una caricia, un abrazo, el efecto, y si se logra llegar, también con el sexo. Muchas veces nos damos cuenta de esto y buscamos refugio en los seres queridos, en las personas que consideramos especiales. Otra vez vemos que el amor es una terapia que disminuiría o incluso permitiría que no se requieran más fármacos sintéticos para estos síntomas.
Practicado con toda regularidad, el sexo mejora notablemente la salud mental. Saca a relucir las emociones, incluso la risa. Se ha comprobado que la risa alivia el estrés, eliminando el exceso de hormonas como Adrenalina y haciéndole sentir eufórico, pero calmado.
Durante el sexo y el estado afectivo placentero del amor, se produce un bienestar mental considerable. Esto puede ser explicado por la secreción por parte del sistema nervioso de las llamadas endorfinas, hormonas o neurotransmisores muy en boga en nuestros días, y relacionados con estados de placer, ejercicio físico, amor, sexo, y bienestar mental. La circulación de endorfinas por el sistema sanguíneo, produce una agradable sensación de euforia y bienestar.

SALUD FÍSICA Y SEXO

El sexo es una forma de ejercicio físico. Es uno de los ejercicios más completos que existen. Entona todos los músculos del cuerpo. Tener relaciones sexuales al menos tres veces por semana permite quemar muchas calorías y mantenerse en forma a lo largo del año. El sexo incrementa el aporte de oxígeno a las células y estimula la actividad de varios órganos y sistemas dentro del cuerpo.
Para las mujeres y los hombres el sexo es un excelente liberador de hormonas sexuales, dentro de las que se encuentran la testosterona y los estrógenos, los que a su vez aumentan el deseo sexual. Los estrógenos en la mujer inducen mejorías estéticas tales como piel más suave, cabello más fuerte y sedoso, disminución de la pérdida de calcio en los huesos, y disminución del colesterol LDL o malo. En la posmenopausia, la liberación de estrógenos provocada por el sexo reduce el riesgo de osteoporosis y enfermedades cardiovasculares.
En el hombre la testosterona mejora el tono muscular, la masa muscular, y los caracteres sexuales masculinos. También, en ambos sexos, se libera una hormona denominada DHEA. Durante los orgasmos o justo antes de la eyaculación, el nivel de DHEA en la sangre es 5 veces mayor a lo normal. Este esteroide segregado por la corteza suprarrenal es el principal generador de andrógenos en las mujeres. Altos niveles de DHEA han sido asociados con la longevidad, el aumento de la libido, la formación de masa muscular y la desaparición de la depresión.

MAGNETISMO SEXUAL Y SEXO
En los animales se ha descubierto hace ya un tiempo, unas sustancias que estos liberan al ambiente, y que se encuentran relacionadas con la sexualidad y el apareamiento, entre otras muchas funciones. Se denominan feromonas y en realidad son hormonas liberadas al exterior del cuerpo y que sirven de señalización para inducir conductas diversas, muchas relacionadas con la atracción del macho o la hembra.
En los humanos está en discusión la existencia de las mismas, pero se ha descubierto en el aparato olfatorio una región que estaría implicada en la percepción de feromonas humanas. Si estas existieran podrían explicar lo que se denomina “amor a primera vista” o “es cuestión de piel”, frases y aseveraciones que circulan entre nosotros de manera frecuente.
Se piensa que el sexo sería un inductor de la liberación de feromonas sexuales, y que estas producirían una mayor atracción del sexo opuesto. Sería una suerte de “magnetismo sexual” y permitiría que la parte instintiva que todo ser humano posee se exprese y atraiga al hombre o la mujer que va mejor con ciertos rasgos aún no establecidos, pero que estarían relacionados con cual es la pareja más apta para cada uno.

PARA CONCLUIR
El sexo, y fundamentalmente el amor con sexo, ayudan en muchos aspectos a la persona vista como un ser integral, una unión de mente, cuerpo y alma. No es necesario que el sexo esté acompañado de amor ni que el amor este acompañado de sexo. La ternura, unas caricias, abrazos, besos, todos ellos entre seres que consideramos especiales para nosotros, son tan valiosos como el simple sexo, pero no lo suplantan en su totalidad.
La liberación sexual de nuestros tiempos y el hecho de que el amor sea algo más laxo, con menos compromisos, atenta contra la salud de la pareja, o más bien disminuyen las ganancias que se lograrían con relaciones menos líquidas. Esta nota, como he comentado, comienza una saga… (
http://www.derf.com.ar)